El Espacio Anacrónico
Aunque resulte extraño e inusual que una plaza sea llamada y reconocida por sus habitantes con 3 nombres distintos, sería interesante rescatar algunas reflexiones sobre este tema.
Lo primero tiene que ver con la progresiva y creciente desvalorización del espacio urbano entorno a su configuración física, que mantenía hasta al menos un par de décadas atrás, un significado importante dentro del ámbito técnico, académico y profesional en el urbanismo y la arquitectura. Hoy en día con el avance de la tecnología y la activa participación social, los espacios urbanos clásicamente establecidos por sus parámetros y condiciones clásicas del diseño, tienen otras prioridades que son completamente distintas.
En ese sentido, la aproximación desde el campo de la arquitectura y el urbanismo ha ido transformándose con el tiempo desde cómo pensar la ciudad a partir del diseño, hasta cómo pensar la ciudad a partir de lo social. Este cambio de paradigma, que ha generado algunos conflictos intergeneracionales en la profesión, también han permitido entender que los tiempos van cambiando y, por consiguiente, también la nueva forma en cómo se deben abordar los nuevos retos urbanos contemporáneos.
Dicho lo anterior, sirve -al menos ahora- para reflexionar si la plaza Italia, la plaza Baquedano o la plaza Dignidad, es morfológicamente hablando una plaza por su condición de implantación urbana y su entorno físico inmediato, o resulta más bien una plaza por la forma en cómo ha sido apropiada durante un siglo por todos sus habitantes. También sirve para entender la importancia que se genera cuando se produce una manifestación o hecho social dentro de un espacio común urbano, por que al final de estos eventos, son esos fenómenos sociales los que dan ciertas nociones de cómo responder profesionalmente ante situaciones específicas.
Lo importante es, en todo caso, comprender que durante más de un siglo, la plaza en cuestión ha sido protagonista de innumerables congregaciones sociales, y que para bien o para mal, ha tenido una especial importancia para todos los que han pasado por allí durante todo ese tiempo. Tan sólo con esta breve y resumida acotación histórica, sería una pena dejar pasar la oportunidad de pensar sobre este grandioso espacio. Al final del día, las nuevas propuestas urbanas y arquitectónicas que se propongan, tendrán que empatizar con la gente y con su historia, con las tradiciones, con las costumbres y, sobre todo, con algo que nunca debemos olvidar: un espacio para el sentimiento colectivo.
Cristian Angelucci Quezada
Arquitecto
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